Como cada 25 de noviembre,
No a la Violencia de género.
Hasta que esto acabe, seguiré recordando que hay muchas que piensan: «yo no soy como esas», porque «lo mío» no es tan grave…
Mientras no haya remedio, mientras sus hijos se queden huérfanos o mueran con ellas, hasta que el mal se ensañe con ella y, entonces…
«Si, será una de ellas»
«Siempre pensaba que ella no era «de esas», de esas mujeres doloridas por el terror, pero su corazón lleno de tiritas de dolor, le recordaba que si.
Giraba la cabeza cuando se referían a la violencia de género, porque su razón le decía que en su nivel social, en su «status» no había de eso; pero a solas, su alma lloraba la incomprensión de los gritos y reconocía que si había.
Siempre se asociaba violencia a golpes, pero las palabras eran como dardos envenenados que llenaban sus ojos de angustia y brillo de miedo, cuando tenía que enfrentarse a su realidad.
Él le decía que la amaba, entonces ella se reconfortaba soñando que había cambiado, aunque su desdén le recordaba que solo era una mentira más, de su abrumadora y dolorosa realidad.
Aquel día soleado en que se disponía a romper con todo, él la convencía de que no servía y que nadie más la querría a su lado.
Ella agachaba la cabeza y volvía a fingir que era feliz con sus ojeras negras y arrugas del alma.
Cuando el amor por si misma y por sus hijos, se introdujo en su cuerpo para incrustarse en las venas y no salir más. Lo miró a los ojos y le dijo que se fuera, que se alejara de ellos y que no volviera más.
Cada perdón, cada abrazo, cada beso eran espinas que golpeaban su alma dolorida… así hasta que su coraje intacto hizo que no claudicara.
Entonces los gritos, los insultos, las vejaciones, las humillaciones aparecieron cual huracán en el desierto pero su muro de indiferencia e incluso de perdón y pena se reflejaba en su cara.
Ella con sus pocas cosas y muchos recuerdos de dolor, comenzó el camino de la superación, del volver a ver a la sociedad de cara a cara y de sentir que siempre hay pequeños ángeles que te ayudan a permanecer en ese camino de libertad.
Hoy la felicidad tapa sus antiguas ojeras, su piel brilla de amor y de paz, pero sobre todo, de tranquilidad, de quererse y amarse por encima de todos y de todo.»
Para ti, amiga, gracias por recuperar
la persona que conocí y quiero un montón.