Si, la frase «No hay huevos» sea supermachista, pero está tan arraigada en algunos lugares que no deja de ser habitual escuchar como signo de valentía y de «empujón social» necesario para hacer algo, normalmente loco, arriesgado o sencillamente absurdo en el contexto en el que se realiza.
A mi, muchas veces se me ocurren cosas, ideas, retos, locuras y las desecho sobre la marcha. No les doy la oportunidad a que maduren, se quedan en el tintero de mi mente, bueno, realmente para ser sincera se quedan escritas en una de las millones de agenda, libretas o papeles donde dejo mis pensamientos e ideas.
Por eso, en ocasiones me siento a reflexionar y a hacerme preguntas.
Si, si!! soy de esas locas de la vida, que sigue preguntándose cosas.
Entonces una vez estaba ahondando en cuál es la motivación universal. Esa que hace que un día, sin venir a cuento, comiences a hacer algo. Algo que además será épico. Y que recordarás siempre, lo contarás como anécdota, como locura, como experiencia. Y pensando en eso me salió esta frase:
«Todo gran logro comenzó con un… «no hay huevos»

¡¡Vale, vale, no de estos…!!
Sin embargo cuando leo y escucho esa frase una y otra vez. Me lleva a recordar la cantidad de cosas que he hecho «retándome» a mí misma o a alguien.
Entonces pensé que seguramente habría otras personas que al leer ese: «No hay huevos…» recordarían esas intrépidas aventuras que hicieron durante su infancia, su juventud e incluso hace pocos meses atrás y esbozaran una pequeña sonrisa consigo mismas.
Así que hoy te reto a que las recuerdes, con calma, con detalle, que se las cuentes a alguien cercano para mantener viva esa motivación universal, mientras tanto yo les contaré algunos ejemplos de acciones, ideas o retos que pueden ser o pudieron ser interesantes para recordar.
Ejemplo de locuras
No hay huevos… cuando vas a la playa al atardecer con ese fresco que te da en la cara. Te quitas la ropa y sales corriendo para meterte en el agua más fría que has sentido nunca… pero todo eso con una gran sonrisa de oreja a oreja. Aunque al salir puedas morir de frío y tengas los labios morados tiritando, en tu mente pensarás: «Ha valido la pena»

No hay huevos… para acercarte a esa persona que miras desde la lejanía. Para decirle que te gusta o sencillamente invitarla a acompañarte o a entablar una conversación. En cuando lo haces, independientemente del resultado, siempre pensarás, «menos mal que lo hice».
No hay huevos… para enfrentarte a esa persona superior en tu trabajo que lleva maltratándote tanto tiempo. Ya no recuerdas aquellos días en los que te gustaba ir a trabajar. Una vez hecho, siempre suspirarás y recordarás ese momento como de valentía, coraje e incluso de haber sacado esa fuerza de dónde no la tenías. Todo cambió para ti para volver a dibujar una sonrisa en tu rostro.

No hay huevos… para ir contracorriente y quererte mucho más que a nadie. No dejando que los demás te digan por donde debes ir, qué tienes que hacer y cómo debes hacerlo, cuando tu interior te dirige hacia otro lugar totalmente alejado de eso.
No hay huevos… para viajar sol@ a lugares donde no conozcas a nadie, para darte la oportunidad de poder descubrirte a ti mism@, sin red, sin zona de confort. Solamente tú y el mundo.

No hay huevos… para estar durante un mes sin móvil o sin redes sociales, sin ese miedo atroz a que te pierdes algo importante, cuando lo importante está fuera del móvil y de las redes sociales.
No hay huevos… para borrar a personas de tu vida. Aquellas que no te llaman, que no te hablan, que no te visitan, a las que no tienen tiempo para ti… ¿por qué les sigues insistiendo?

No hay huevos… para ser tú mism@, sin adornos, sin tapujos, sin corazas, sin maquillaje, sin decoración, sin el personaje que te has inventado para los demás. ¿Qué crees que podría pasar?